lunes, 17 de septiembre de 2012

"La Gran Taberna", un bodegón con todas las letras

Por Jazmín Román   
                                                   
Las banderas de España y Argentina son un ejemplo de la cocina hispanoporteña
  La gran taberna es uno de esos lugares donde la cabeza no para de girar cuando uno entra. No alcanza la vista para ver las estanterías repletas de objetos, que se esconden en cada rincón de este famoso bodegón porteño. El olfato activa un interminable ritual de diversas fragancias y perfumes que emanan los jamones, los salames, los salamines y las trenzas de ajo. Un sinnúmero de latas de morrones en conserva y frascos de ajíes en vinagre son parte de una decoración alegre que levanta el espíritu y alienta al buen comer. Sin dudas, en este lugar hasta los menos “mirones” se convierten en activos observadores.
Los jamones y las trenzas de ajo colgando del techo son un sello del bodegón

Este bodegón se encuentra en Combate de los Pozos 95, Congreso, y está abierto todos los días, tanto al mediodía como a la noche. La tranquilidad visual no cesa cuando uno se sienta, sino que aumenta al ver la carta, que tiene más de cien platos a disposición. Cuando la comida llega a la mesa queda al descubierto la verdadera porción porteña. Es realmente impactante en tamaño y cantidad.
  La gran taberna comienza su actividad en 1976 y desde ese entonces ofrece lo mejor de la comida hispanoporteña: tortillas, arroces con mariscos, rabas, puchero, mondongo y paellas. Y tiene un plus: este local es uno de los pocos de la ciudad que ofrece con continuidad perdices, vizcachas y liebres.
Si hay algo muy interesante con respecto a los mozos del bodegón, es que recuerdan los pedidos sin anotar. Hay muchas mesas, y el espacio es bastante reducido entre una y otra, pero es un detalle irrelevante, porque es propio de la esencia de este lugar. 
       Mario Baranzuk, mozo de   La gran taberna desde hace ocho años, trabaja todo el día, y conoce cada uno de los 416 platos que componen la carta. "Este bodegón, que está ubicado a metros del Congreso Nacional, además de los clientes habituales y los turistas, siempre estaba lleno de legisladores, que en sus largas sesiones tomaban un tiempo de receso, y muchos de ellos lo aprovechaban comiendo en este lugar. Y estaba continuamente lleno de gente. Actualmente, como las condiciones políticas son otras y se vota rápidamente, los diputados y senadores se retiran y no paran a almorzar o cenar", cuenta Baranzuk, mientras se despide de los clientes de la última mesa que queda a las 17. 


         “Lo que define al bodegón es la sensación de pertenencia a la ciudad, que transmite a través de la abundancia y accesibilidad de su comida, de su ambiente y de la tipología de clientes que lo frecuenta. Es un lugar para todos. Sin excepciones”, narra Pietro Sorba en la tercera edición de su libro titulado Bodegones de Buenos Aires.  
 
 “Ojalá que fluya. Que vengan todos los que quieran a probar nuestros platos. Es un gusto para nosotros”, sonríe contento, relajado, Baranzuk, que vuelve a trabajar en dos horas. Por ahora, lo único que desea es sacarse el moñito del traje y sentarse un rato. 
Mario Baranzuk, uno de los mozos con mayor antigüedad en el lugar

Sin dudas, ir a comer a un bodegón no significa simplemente “comer”. Significa, nada más y nada menos que experimentar un par de horas de inolvidable y auténtica vivencia porteña.


                                                                               

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