lunes, 17 de septiembre de 2012


Tango potencia

Por Nicolás Marsico 

La Orquesta Típica Fernández Fierro, todas las semanas toca en su guarida. Ese lugar ubicado en Sánchez de Bustamante 764, barrio de Almagro, que desde el 2004 paso de forma definitiva de ser un taller mecánico a convertirse en el CAFF, Club Atlético Fernández Fierro, y tener su orquesta típica.
         Con doce músicos en escena, cuatro bandoneones, tres violines, una viola, un violoncello, contrabajo, piano y voz, todos los miércoles, la Fernández Fierro inunda su club del 2X4, clásico por momentos,  y de su tango más revolucionario, parecido a las composiciones del maestro Astor Piazzola,  por otros.
    Al CAFF se llega temprano. Una hora y media antes de que comience el show es lo recomendable. Se toma una mesa que ya puede estar reservada o no, y se pide una cerveza fría o un vino tinto para abrir la noche. Se hace tiempo, se charla con amigos, o con personajes de las otras mesas, que pueden ser desde desconocidos hasta personalidades de la literatura y el periodismo como lo es Cristian Alarcón, y solo se habla de la música o de la potencia de la orquesta cuando toca.
   De a poco el lugar se llena, y a medida que pasa el tiempo, el público, empieza a reclamar la presencia de los músicos, que se hacen desear hasta las 23 en punto,  momento en el que el primer acorde de contrabajo toma el rol protagónico y corta como un hacha el sonido ambiente del club.
   Cuatro discos, de producción independiente en la Argentina, más un disco con grabaciones en vivo de su gira por Europa, conforman toda su discografía. Todos temas que se caracterizan por darle una alternativa al circuito de tango clásico que se mantuvo estable con el correr de los años, pero que hoy encuentra de la mano de estos músicos jóvenes una puesta en escena y un sonido más violento, que como dicen los integrantes de la orquesta tiene más coherencia con el mundo actual sobre el que hablan y componen.
    La mayor parte de su repertorio está conformado por temas clásicos de grandes compositores como Osvaldo Pugliese y Santos Discépolo  pero con arreglos propios.
           Federico Terranova (Violín),  Pablo Jivotovschii (Violín),  Bruno Giuntini (Violín), Juan Carlos Pacini (Viola), Alfredo Zuccarelli (Violoncello),  Yuri Venturín (Contrabajo), El ministro (Bandoneón), Julio Coviello (Bandoneón), Pablo Gignoli (Bandoneón), Eugenio Soria (Bandoneón), Santiago Bottiroli (Piano) y Walter Chino Laborde (Cantante), son todos los integrantes de la orquesta que como característica adoptó la potencia sonora. Sin duda el condimento  que hace que todas las semanas llenen al CAFF, con un dato que enorgullece al grupo, el público joven amante del tango encontró donde   escuchar su música.

La Flor de Barracas, auténticamente porteña



Por Sofía Zavala

La Flor de Barracas fue nombrada sitio histórico por la Legislatura porteña


  “Ha sido sitio de reunión de los carreros que iban o venían del Sur, su primer nombre “La Puñalada” recordaba la gran cantidad de duelos criollos. Memorables payadas se han producido entre sus paredes y, ya en el siglo XX, formó parte del circuito de reductos donde las primeras orquestas típicas habían tocado tango. El registro municipal data de 1912, pero los vecinos sostienen que es anterior a la Escuela Normal N° 5, que cumplió cien años”, se lee en la ley sancionada el jueves pasado en la Legislatura porteña que declaró a La Flor de Barracas como sitio histórico

Este reconocido lugar de encuentro entre los vecinos del sur de la ciudad queda situado en Suárez y Arcamendia. Una esquina con mucha mística, y que estuvo a punto de quedar en el olvido en 2009. El bar estaba cerrado, el edificio muy deteriorado y el cartel de venta hacía que los vecinos piensen lo peor: la demolición del bar histórico. Pero La Flor renació, y de la mejor manera.

El bar antes de ser recuperado

 Victoria Oyhanarte cuenta que casi no conocía Barracas pero que “el barrio la enamoró”. Cuando compró el edificio ni pensó en el bar, ella buscaba hacer una inversión. Pero Oyhanarte, al adentrarse en el barrio, se dio cuenta que La Flor era fundamental en la dinámica de Barracas. Y ahí se dio cuenta que no se le podía sacar a la gente, y a la ciudad, un lugar tan especial.
Los ñoquis de sémola rellenos

“Cuando lo compré no quise cerrarlo y dejar a sus parroquianos sin su cafetín, y hasta la antigua dueña me agradeció que siguiera adelante; pero es una gran responsabilidad también”, cuenta Victoria. Una responsabilidad que la sabe llevar muy bien. Como no podía ser de otra manera, su oferta gastronómica es bien porteña. Los ñoquis rellenos son su especialidad.



Así, La Flor brilla como lo solía hacer antes. Conserva su piso de baldosas calcáreas original. También sobrevive la barra de madera, con cientos de botellas de licores, infaltable en un tradicional cafetín. La energía abunda en La Flor de Barracas que permanece abierta de lunes a sábados, una energía bien porteña y singular.   

La Flor de Barracas, en la esquina de Suárez y Arcamendia


"La Gran Taberna", un bodegón con todas las letras

Por Jazmín Román   
                                                   
Las banderas de España y Argentina son un ejemplo de la cocina hispanoporteña
  La gran taberna es uno de esos lugares donde la cabeza no para de girar cuando uno entra. No alcanza la vista para ver las estanterías repletas de objetos, que se esconden en cada rincón de este famoso bodegón porteño. El olfato activa un interminable ritual de diversas fragancias y perfumes que emanan los jamones, los salames, los salamines y las trenzas de ajo. Un sinnúmero de latas de morrones en conserva y frascos de ajíes en vinagre son parte de una decoración alegre que levanta el espíritu y alienta al buen comer. Sin dudas, en este lugar hasta los menos “mirones” se convierten en activos observadores.
Los jamones y las trenzas de ajo colgando del techo son un sello del bodegón

Este bodegón se encuentra en Combate de los Pozos 95, Congreso, y está abierto todos los días, tanto al mediodía como a la noche. La tranquilidad visual no cesa cuando uno se sienta, sino que aumenta al ver la carta, que tiene más de cien platos a disposición. Cuando la comida llega a la mesa queda al descubierto la verdadera porción porteña. Es realmente impactante en tamaño y cantidad.
  La gran taberna comienza su actividad en 1976 y desde ese entonces ofrece lo mejor de la comida hispanoporteña: tortillas, arroces con mariscos, rabas, puchero, mondongo y paellas. Y tiene un plus: este local es uno de los pocos de la ciudad que ofrece con continuidad perdices, vizcachas y liebres.
Si hay algo muy interesante con respecto a los mozos del bodegón, es que recuerdan los pedidos sin anotar. Hay muchas mesas, y el espacio es bastante reducido entre una y otra, pero es un detalle irrelevante, porque es propio de la esencia de este lugar. 
       Mario Baranzuk, mozo de   La gran taberna desde hace ocho años, trabaja todo el día, y conoce cada uno de los 416 platos que componen la carta. "Este bodegón, que está ubicado a metros del Congreso Nacional, además de los clientes habituales y los turistas, siempre estaba lleno de legisladores, que en sus largas sesiones tomaban un tiempo de receso, y muchos de ellos lo aprovechaban comiendo en este lugar. Y estaba continuamente lleno de gente. Actualmente, como las condiciones políticas son otras y se vota rápidamente, los diputados y senadores se retiran y no paran a almorzar o cenar", cuenta Baranzuk, mientras se despide de los clientes de la última mesa que queda a las 17. 


         “Lo que define al bodegón es la sensación de pertenencia a la ciudad, que transmite a través de la abundancia y accesibilidad de su comida, de su ambiente y de la tipología de clientes que lo frecuenta. Es un lugar para todos. Sin excepciones”, narra Pietro Sorba en la tercera edición de su libro titulado Bodegones de Buenos Aires.  
 
 “Ojalá que fluya. Que vengan todos los que quieran a probar nuestros platos. Es un gusto para nosotros”, sonríe contento, relajado, Baranzuk, que vuelve a trabajar en dos horas. Por ahora, lo único que desea es sacarse el moñito del traje y sentarse un rato. 
Mario Baranzuk, uno de los mozos con mayor antigüedad en el lugar

Sin dudas, ir a comer a un bodegón no significa simplemente “comer”. Significa, nada más y nada menos que experimentar un par de horas de inolvidable y auténtica vivencia porteña.


                                                                               

lunes, 3 de septiembre de 2012

ID Porteña




La identidad es el conjunto de los rasgos propios de un individuo o de una comunidad. Estos rasgos caracterizan al sujeto o a la comunidad frente a la mirada de los demás.
De esta manera la calle Corrientes con sus teatros, el tango, el Obelisco, el mate, Caminito, el futbol, la cancha de River y la cancha de Boca, y el asado forman parte de los clichés con los que nos reconocen en otras partes del mundo y con los que los porteños también se identifican.
¿Pero qué paso antes de que todas estas costumbres y rituales lleguen a ser postales?
Estuvieron las milongas con sus orquestas de tango típicas del lugar, estuvo Gardel cantando sus composiciones en algún teatro típico de barrio como lo fue el Taricco de La Paternal. Hubo bodegones fundados, muchos por italianos y españoles que vinieron a principio del siglo XX, sirviendo sus pastas y sus recetas adaptadas al Rio de la Plata.
Hubo también teatros y bares que fueron plagando de cultura la calle Corrientes, que atraviesa la ciudad, y que fue etiquetada en 1950 por el periodista Roberto Gil, desde los estudios de la antigua radio Splendid, como La calle que nunca duerme. Lo que más tarde se extendió como un dicho popular sobre Buenos Aires, y se transformó en la ciudad que no duerme. Las pizzerías desperdigadas por ahí, el subte, que fue el primero en llegar a Latinoamérica y las construcciones coloniales que todavía resisten en San Telmo, también le dan su toque.
Por todo esto y por todo en lo que derivó la sucesión de hechos culturales e históricos que se dieron en esta ciudad, y por todo lo que hay para contar y descubrir acá, a orillas del rio, este grupo de periodista pretende dar a conocer, desde las calles de la Capital Federal, y desde sus puntos más típicos, lo que realmente conforma la identidad de este lugar: Identidad Porteña.